Aún cuando la importancia del aspecto humano en el trabajo y el concepto de organizaciones humanizadas no es algo nuevo, existe en la actualidad todavía una tendencia muy marcada a centrarse exclusivamente en el aspecto económico y de eficiencia basadas en las propuestas de Taylor de finales del siglo XIX, presiones que conjuntamente con las de tipo social relacionadas con la función directiva que otorgan legitimidad en su actuar, propician rechazo a adoptar otro tipo de ideologías.

Dicho de otra manera, los directivos se sienten vulnerables al ceder o compartir el poder, incertidumbre a no tener el control, lo cual es uno de los principales factores que impiden el desarrollo de prácticas directivas centradas en el poder e independencia del trabajador, desarrollando su confianza y seguridad en sí mismo, en sus capacidades, potencial y la importancia de sus decisiones y acciones.

El enfoque del liderazgo humanista se centra en potenciar la capacidad humana de una organización, situando a las personas como el fin y no como el medio (recurso), basándose en adecuados niveles de empoderamiento, participación e involucramiento, al considerar de forma diferente a los trabajadores, lo que influye en el logro de resultados superiores.

Una apuesta de futuro para las profesiones en las que hay que tomar decisiones al más alto nivel, y en donde influyen el instinto, las emociones y el propio carácter, así como el de las personas con las que se interactúa, es invertir en ampliar la conciencia sobre uno/a mismo/a para conocer cuáles son los automatismos que impiden ver la realidad sin los filtros (juicios, valores, creencias) con los que se está acostumbrado y que lo condicionan todo, y de esta manera identificar las propias resistencias a ceder o compartir el poder para empoderar a su equipo.